No a la Violencia Doméstica: Un asunto de convicción, de fe

maxresdefaultPor Pastora Esther D. Morales

“Me ha dicho que soy lenta, que por eso no terminé mis estudios en la universidad, que no entiende por qué tiene que repetirme las cosas una y otra vez; en fin, que no tengo cerebro. Lo triste es, que le creo…”

“Dice que este cuerpo desfigurado le produce asco, que no entiende qué me sucedió y que para ser mujer, me falta mucho. Lo triste es, que destruye mi autoestima…”

“Dice que si llega del trabajo y no he cocinado, lavado su ropa y limpiado la casa, que me prepare. Lo triste es, que me aterra…”

“Dice que mi opinion no tiene ningun valor, que el trae el dinero a la casa y por lo tanto mi rol es realizar todas las tareas del hogar y obedecerlo, para eso son la mujeres. Lo triste es, que casi siempre pienso que su argumento es válido.”

“Me acusa de serle infiel, me humilla, me acosa, me persigue y me ridiculiza frente a mis hijos, mi familia y mis amistades. Lo triste es, que juega con mi dignidad y mi reputación y continúo permitiéndolo.”

“A mi nunca me habla, sólo recibo su mano cerrada perfectamente acomodada en uno o en ambos ojos…”

Cuantas veces hemos escuchado mujeres compartiendo la pesadilla de sus vidas. No todas llegan a expresar la realidad que viven, pero cuando lo hacen, sus palabras son desgarradoras. Escuchamos información acerca de la violencia doméstica a traves de los noticieros, las revistas, los periódicos y otros medios utilizados por agencias gubernamentales. A veces, nos toca muy cerca, cuando escuchamos la confesión de una amiga en dolor.

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El documento “Violencia contra la mujer en AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE: Análisis comparativo de datos poblacionales de 12 países” publicado en una colaboración entre la Organización Panamericana de la Salud y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, declara que: “en los 30 últimos años, la comunidad internacional ha reconocido cada vez más, la violencia contra la mujer como problema de salud pública, violación de derechos humanos y barrera al desarrollo económico”.

El objetivo de mi escrito va orientado a concientizar a las congregaciones respecto a nuestra misión como iglesia, enfrentando y combatiendo tal injusticia. Los grupos que componen nuestra sociedad necesitan ser educados con urgencia respecto a este problema que trasciende la categoría de problema social a uno que definitivamene refleja ausencia de salud mental. Estos grupos varían en edad, raza, estatus civil, preferencia sexual, creencia religiosa, condición socio-económica, entre otros aspectos. Como grupo, cristianos y cristianas constituímos parte de nuestra sociedad. Tanto a nivel grupal como individual, estamos llamados a combatir la injusticia tal como nos enseña Jesus, el Cristo.

El enfoque debe estar orientado a la prevención, claro está, sin olvidar la crisis que ya existe y el abuso que sufren millones de mujeres.Tenemos la obligación de comenzar a educar de manera sabia e intencional  a niños, niñas y jóvenes respecto a la dignidad y el valor de cada ser humano. Un niño que es educado desde pequeño a valorar y respetar a su madre y a sus hermanas, aprenderá a tiempo, que el maltrato al género femenino no tiene cabida en la vida de aquellos que amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. De igual manera, las niñas y las jóvenes deben ser educadas como cristianas a entender la importancia de que vivamos nuestro rol de mujeres reconociendo el valor de la dignidad propia y el auto respeto. Es mucho lo que podemos hacer para educar al género femenino desde temprana edad ayudándoles a valorarse como seres humanos, criaturas creadas por Dios.

Jess nos ha enseñado la importancia de abogar y promover la justicia. A veces queremos defender causas que definitivamente lo ameritan, pero como pretender ir lejos cuando en casa aún reina la injusticia que representa el enfermizo mal de la violencia doméstica, específicamente el abuso y el maltrato a la mujer.

Somos responsables de educar tanto en el hogar como en la familia de la iglesia a nuestros hijos e hijas respecto a esta injusticia desgarradora. Que no se escuche nunca  en una congregación cristiana, que la mujer tiene que someterse al maltrato. Tampoco pretendamos ser psicólogos cuando en realidad no lo somos. Aprendamos a referir las víctimas directamente al lugar donde pueden recibir ayuda. Tampoco herremos en citar versículos deliberadamente sin haber estudiado el contexto histórico, político y social en el cual fueron escritos. Es tan serio como que alguien podría inclusive morir, por nuestra ignorancia.

La violencia doméstica no es únicamente un asunto pertinente a la mujer. Estamos hablando de un asunto de fe. Tanto las Mujeres Metoditas Unidas como los Hombres Metodistas Unidos están colaborando en una iniciativa de concientización respecto a este problema, proveyendo entrenamiento a las congregaciones.

Es muy simple de entender, la violencia doméstica es una injusticia y Jesús nos enseñó de manera práctica a descubrir, combatir y eliminar toda acción injusta. ¿Qué estás haciendo tú? ¿Qué está haciendo tu congregación? No hay tiempo ni argumento al respecto, sólo espacio para actuar y apoyar a todas estas víctimas. ¿Reconoces alguna víctima en tu congregación o el mal existe en tu hogar…?

 

Puede obtener más información respecto a la iniciativa de las Mujeres Metoditas Unidas para combartir la violencia doméstica en: domesticviolence@unitedmethodistwomen.org

Para buscar ayuda o referir algún caso de violencia doméstica llame a “National Domestic Violence Hotline”: 1-800-799-SAFE (7233); TTY 1-800-787-3224

En adición, puede buscar información acerca deFaith Trust Institute, una organización nacional que trabaja en colaboración con la Iglesia Metodista Unida y ofrece herramientas así como la información necesaria para aprender  y enfrentar asuntos relacionados con aspectos religiosos y culturales relacionados con el abuso.

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